El embarazo, además de ser una etapa con cambios psico-emocionales y fisiológicos, también conlleva diferencias musculoesqueléticas. Estos son causados por el aumento del volumen sanguíneo, de grasa y fluido extracelular, así como el cambio hormonal y el cambio postural generado por el aumento de volumen y el peso del feto. Además, la relaxina, hormona útil para relajar el útero y facilitar el proceso de parto, genera también una mayor laxitud ligamentosa en la pelvis. Seis meses después del parto, los ligamentos se mantienen con esa laxitud. El peso del feto provoca cambios en la columna lumbar, generando lumbalgias en más del 50% de mujeres embarazadas. Se aumenta la lordosis lumbar porque el centro de gravedad busca mantenerse sobre las caderas y la base de sustentación. Sin embargo, diversos estudios han arrojado que el centro de gravedad presenta una elevación y anteriorización, y otros han arrojado que existe una elevación con un desplazamiento posterior. Sin importar la dirección del desplazamiento del centro de gravedad, dichas perturbaciones son tomadas en cuenta para el cambio de postura y equilibrio en una mujer embarazada, cambiando así su biomecánica.
Por otro lado, durante el embarazo existe una mayor demanda en los músculos extensores y abductores de la cadera, así como los músculos flexores plantares en el momento de la marcha. Esto genera molestias musculoesqueléticas en el miembro inferior, provocando ajustes sistemáticos de postura estática y dinámica, alterando la marcha de la mujer. También se modifican las fuerzas de inercia del tronco inferior durante la marcha y al momento de subir escaleras. Por otro lado, estudios que registraron la línea de marcha de una mujer embarazada arrojaron que existen cambios en la velocidad del centro de presiones en la huella plantar. Además, en el segundo trimestre, se produce una desviación interna en la fase de contacto de talón e inicio de la fase media de apoyo, mientras que en la etapa final del embarazo, dicha desviación se vuelve externa. Existe también una reducción de la velocidad de la marcha y en la cadencia, disminuyendo un 22% de velocidad en el cuarto mes de embarazo. Hay un mayor movimiento de anteversión de pelvis, aumentando unos 5°. Al haber una mayor anchura del paso, se incrementa la rotación externa del miembro inferior. La flexión plantar se reduce durante el despegue y disminuye la eversión del tobillo.
Los autores asocian estos cambios con una adaptación necesaria causada por el mismo cuerpo humano para asegurar estabilidad en la marcha. Por naturaleza, las mujeres embarazadas prefieren caminar a una menor velocidad para tener un mayor tiempo en doble apoyo y disminuir dicho tiempo en apoyo unipodal. Para adaptar el centro de gravedad al aumento del tamaño del abdomen, se produce una adaptación de la columna con una traslación latera de las vértebras C7 y L4. Dicho cambio, puede provocar un mayor riesgo de caída en la fase media de apoyo. Es necesario que la mujer embarazada realice estiramientos y fortalecimiento de los músculos del miembro inferior, así como en la musculatura paravertebral lumbar. Existen también órtesis plantares para ayudar a mejorar la estabilidad de la marcha y tratamientos quiroprácticos. Por último, se recomienda la actividad física regular, continua y rítmica durante el embarazo, como puede ser caminar, yoga o pilates.
Tomado de: Estudios experimentales de la biomecánica de la marcha durante el embarazo:
Revisión sistemática de ensayos clínicos (2000-2018). ISSN: 1989-5151. https://revistas.ucm.es/index.php/RICP/article/view/64723
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